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Queridos lectores, cuando te vas a vivir al campo –algunos de ustedes lo sabrán- y estás en contacto directo con Mamá Naturaleza, te das cuenta de cosas en las que antes no habías reparado o, simplemente, ignorabas. Y es por eso que hoy quiero dedicar este espacio a los árboles. Todos sabemos que nutren al ser humano de oxígeno necesario para respirar. Algo que ya es para reverenciarlos, cuidarlos, abrazarlos y mimarlos.

Ahí estoy yo, chiquitina, al lado del inmenso Eucaliptus globulus del Pazo de Orto.
Pero ahí no queda la cosa. Haciendo una etapa del Camino de Santiago, me di cuenta de lo importantísima que era la sombra. Encontrarte a 40º, les parecerá raro pero me tocó esa temperatura en el tramo final, por el trayecto oficial sin cobijo contra los potentes rayos de sol, fue un verdadero suplicio. Un solo árbol habría sido un oasis en el desierto.

Maravilla de la Ribeira Sacra, Galicia.
Su valor decorativo en nuestros jardines, no tiene parangón. Lo siento, queridas flores, pero nada hay como un árbol, y menos, como un árbol que da flor.

Hermosa y grande Photinia serratifolia "rotundifolia" del Pazo de La Saleta.
Cuando el árbol se muere de viejecito, no nos deja tirados y nos sigue ayudando. Da su vida y se convierte en leña que nos calienta en invierno de la manera más natural, sana y primitiva, que es haciendo fuego. Recuerden el artículo sobre “estufita” y lo entenderán. Me cambió la vida y todos los días (del invierno) doy gracias a Dios por ella.

La acacia produce un "bello fuego de película, lleno de luz"pero esperamos que ésta lo produzca dentro de muchísimos años.
Y cuando pensábamos que ahí terminaba el ciclo, resulta que el árbol vuelve a la tierra de donde vino a ayudar a otros compañeros a crecer. La ceniza que generamos con estufita, en mi caso, o con chimenea, en el de otros, sirve de abono para numerosas plantas ya que le aporta los nutrientes de la madera. También aleja a babosas -no a babosos, lo siento- y caracoles con lo cuál es un buen remedio natural para que no se coman tus brotes verdes.

Definitivamente, estar inmersa en este ciclo me hace inmensamente dichosa. Ya lo dijeron los chinos, para ser feliz plante un jardín.
Por un mundo con más árboles, besos y abrazos,
Sylvie Tartán.

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