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Queridos lectores, ¡muy feliz 2018! Aunque no lo crean, durante todo este tiempo que he estado ausente, ni disfruté apenas de vacaciones ni, perezosa, abandoné el barco en llamas. Lo que estaba era trabajando a todo meter en mis múltiples actividades profesionales -especialmente en una de la que pronto tendrán noticia-, pero deseando, eso sí, volver a esta tribuna para poder contarles andanzas, consejitos y pensamientos varios. No se van a librar de mí por un simple cambio de año.

Cuando todavía me encuentro degustando los últimos mazapanes –gracias a mi perrito Pingus y sus largos paseos este año no he engordado la tonelada habitual-, el mundo ya se encuentra inmerso en el frenético torbellino de las promesas incumplidas, la cuesta de enero y las rebajas. A pesar de ello, a mí todavía me apetece dedicarle unas palabras a la hermosísima Navidad que ha pasado a ser una fiesta controvertida y, a veces, extraña.

Envolver un libro no tiene por qué ser aburrido.
Entre la gente que la odia y la gente que nos la quiere cambiar y llenar de extravagancias alterando su sentido y significado primigenios, una se siente un bicho raro adorando estas fechas con el sentido religioso que siempre han tenido, y añorando que vuelvan pronto de nuevo. Y sé lo que están pensando pero no, no es por los regalos, que sí que hacen ilusión no lo vamos a negar, sino porque cada vez valoras más la compañía, las experiencias y los momentos irrepetibles con tus seres queridos. Mucho más que cualquier otra cosa, son de una riqueza incalculable.

Desplumada e hipotecada hasta las cejas jugando al Monopoly de "Star Wars" con mis sobrinos.
Y tengo tan bonitos recuerdos con mis abuelos -no deberían morirse tan pronto-, mis tíos, mis hermanas y mis padres de aquellas fechas que lo único que quiero es seguir acumulando más y más momentos en mi memoria. Avariciosa que es una y es que ese es el verdadero regalo de la Navidad, un motor creador de tiempos felices que funciona a toda máquina en cuanto entra diciembre y su inyección de ilusión.

Comida navideña en el precioso Pazo de Orto.

Comida navideña en el imponente Pazo do Faramello.
En fin, que aquí me encuentro, en este fin de fiesta, y me niego a quitarme serpentina, guirnaldas y bolas de colores del corazón. Este año me dejo todo puesto y en unos meses les cuento pero la cosa ya apunta maneras y las alegrías no han cesado. Hagan la prueba.
Feliz semana, queridos, besos, abrazos, cariño y ¡feliz Navidad todo el año!

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